Y duerme sumisa tu caricia divina,
duerme tranquila tu cándida sonrisa,
duerme sumisa tu corazón oscuro,
tu corazón sombrío.
Duerme sumiso tu eterno edén,
el otoño perpetuo que se desgana
en el ocaso, duerme sumisa la fría
cordura que en tus labios rojos han
de florecer las rosas que de mi
mortuorio anochecer será la cuna.
Duerme sumisa tu mano que tiembla,
tu mano que siembra en el invierno
una comisura, duerme libre de sueños,
duerme libre de locura.
Duerme que la tristeza no atraviesa
la magnificencia de tus suspiros terrenales.
Duerme sumisa mi fiel doncella que
las hadas te han de proteger, duerme sumisa
que el silencio jamás te abrazará,
duerme sumisa que te necesito
en el primer suspiro que dé al amanecer.